Y el tiempo pasó…llegó enero con otro nuevo año. Atrás
quedaron muchos rituales q venía haciendo por años y años, no fue de un día
para otro, fue y es una lucha diaria.
Un día me levanté y me puse a escribir todas las cosas que
mi mente me decía que hiciera, fue un pedido de mi terapeuta y así lo hice.
Mucho de lo que hacía no sabía que lo hacía y me costó descubrir que a diario
era algo que debía realizar, era algo de vida o muerte, siempre rodeado de feos
pensamientos que no me dejaban otra alternativa que hacerlo. Y escribí la
primer hoja llena de tareas diarias, y vino la segunda y así fueron cómo cinco
o seis hojas oficio, no sé dónde las escondí, porque después de leérselas a mi médico,
sentí vergüenza, preocupación, alivio, no sé cuantas cosas, sensaciones
experimenté con esas hojas en mis manos, pero desde ese día mi vida comenzó a
cambiar, empecé a dejar de hacer tantos rituales diarios de la buena suerte que
en definitiva de que me servían si mi
vida era triste, opaca, me empecé a fortalecer y a darme fuerzas a mi misma y
así fui dejando de lado el abrir y cerrar puertas, el tocar varias veces las
llaves de gas, el acomodar fuentes en el horno de la cocina, girar y volver a girar
llaves, a caminar por la calle que se me diera la gana pudiendo tocar las rayas
de la senda peatonal, a vestirme con la ropa que quiero y no salí lastimada por
no hacerlo.
Todavía no desaparecen los pensamientos, me acosan
constantemente y me dicen que hacer, a veces siento miedo, no voy a mentir, y
me pregunto qué sucederá si no les hago caso y trato de convencerme a mi misma
con un nada, nada sucederá, ahora estoy yo misma para cuidarme, ahora estoy yo
para pensar y poder decidir sobre mí.
Creo y estoy segura que voy por el buen camino, no sé si
mañana será igual, pero no importa, sólo vivo el ahora.