lunes, 25 de enero de 2016

Para vos...

Hace tiempo que tenía ganas de escribirte algo, no para hacerme la poeta; vos bien sabes qué, últimamente tengo muchas necesidades que las comprendes bien o intentas comprenderlas, aunque sé y me imagino cómo te dejaré la cabeza.
 Te veo ahí con tus pelos largos, con muchos rulos por la permanente con un color castaño, brilloso, tu cabello con ese olor a savia, ese producto para formarte los rulos e hiciera que a mí me dieran ganas de colgarme de tu cabellera hasta no dejar ni rastros de ese perfume, te miraba pintarte los ojos de color negro. ¡Era maravilloso verte!
Hasta tu olor a chicle Bazooka de fruta que comías con la boca abierta, generaba en mi un hechizo que no se cómo explicarte. Eras mi mundo en esa época. Ese mundo que a veces duraba un fin de semana por que habías decidido irte a vivir a la casa de nuestra tía. Yo no quería que pasen las horas, los días, te quería ahí en casa, viéndote, sintiéndote tan cerca y tan lejos porque  si bien no nos llevamos tantos años en ese tiempo era una nenita en tu mundo de “Mujercitas”.
Todo era fascinante para mí, tus viajes en frazada cuando te tocaba encerar la casa porque lamentablemente lo tuyo no dejaba de ser una simple visita a la familia, era muchas o casi todas las veces venir a limpiar las miserias de otros y yo te esperaba con mis miserias, la pieza que compartíamos también te esperaba, tu cama debajo de la mía o la mía debajo de la tuya, no lo recuerdo, pero estaba ahí junto a mí esperándote.
Y llegaron unos viernes, unos sábados y ni hablar el domingo que no viniste o venias saltadito, tu nuevo universo de salidas con nuestras primas te atraía, quizá algún amor, la vida,  anda a saber que… y no venías y yo te esperaba. ¿Quién me hacía las dos colitas bien tirantes si no eras vos? Te extrañaba enormemente aunque nunca te enterabas. En ese tiempo la distancia entre nosotras dos era enorme en todo sentido, pero yo siempre te sentía y quería bien cerca.
No sé cuanto duró tu vida en otra casa, un día volviste, te cambiaste de escuela y por fin yo ya no iba a estar sola. Por supuesto que todavía no había nada para compartir, apenas me dejabas a veces escuchar alguna charla con alguna amiga tuya. No eras de tener muchas amigas o amigos en esa época o por lo menos yo no lo recuerdo.
Inevitablemente, cuando te ibas a la escuela tan temprano, me despertaba porque yo entraba más tarde y me dabas pena, pensaba que hacía frío y estábamos tan calentitas durmiendo juntas en la cama grande, una cama destinada para un matrimonio y ahí estábamos nosotras sin saber, siendo rehenes de mamá y te ibas y yo te pensaba y te soñaba al lado mío.
Llegó el día que yo me fui de casa, fue al tiempo que vos volviste. Ahora era yo la que venía los fines de semana, no sé qué pensarías de mi cuando yo venía, ¿sería un plato más para lavar o una cama más para tender, para hacer? ¿Qué habría en tu cabeza? Nunca lo sabré…
Fue por ahí que descubrí que ya empezabas a fumar y veía cómo papá te robaba los cigarrillos que escondías en tu guardapolvo.
Nuestra vida a veces fue dura, escuchábamos en silencio y sin decir palabra discusiones, gritos, problemas y ni siquiera lo compartíamos la una con la otra porque a lo mejor estábamos tan cansadas que ni siquiera de eso queríamos hablar, era algo tan cotidiano, que para que perder el tiempo en ello.
Y el tiempo pasó y de un día para otro yo también empecé a crecer y al fin  vos te diste cuenta  y ahí estabas pintándome  los ojos por primera vez y yo también me hice la permanente en el pelo y me enseñaste a usar savia. Ahora olíamos iguales! en ese momento de a poquito comenzaba a entrar a tu mundo, empezabas a  permitirme a estar en tu ronda de amigos y tomar mate, jugar a las cartas.
Un día volví nuevamente a casa y empecé a pensar en otras cosas y a juntarme con otra gente, nuevamente compartíamos muy poco, en realidad no tengo muchos recuerdos de esa época sólo que vos eras sumamente moralista y yo creía llevarme el mundo por delante, compartíamos unos puchos ahora las dos fumábamos y ya te podía contar qué chico me gustaba. Vos siempre reservada, si hasta por una ventana me enteré que te ibas a poner de novia y después escuché cuando hablabas en el baño con tu amiga, conmigo no lo compartiste, quizá para eso era chica para vos.
Y así fuimos creciendo yo más rebelde, vos más sumisa y así continuaba nuestra vida naturalizando distintas situaciones hogareñas que, ahora con el correr de la vida nos dimos cuenta que no eran normales. 
Fuimos convirtiéndonos en mujeres viendo como nuestros padres iban arruinando nuestras personalidades generándonos miedos, culpas, vergüenzas.
Por suerte una noticia hermosa que también me enteré atrás de una puerta y cuando se la estaba contando a nuestro hermano, me escuchaste y me gritaste que me callara que no me metiera, con el tiempo lo entendí, eras chica, tendrías miedos, alegrías y un sinfín de sensaciones juntas        ¡Ibas a ser mamá!
Te casaste y te fuiste de casa, pero ahora nuestra relación había cambiado para siempre, ahora estábamos más juntas que antes, compartiendo nuestras vidas, estábamos unidas por muchos momentos, yo huía de casa y me instalaba en la tuya,  hablábamos de cualquier tema y tomábamos mate incansablemente  y así nuestras vidas y nuestras edades se emparejaron, ahora éramos amigas a parte de hermanas,  teníamos una atadura  mucho más fuerte que las dos sabíamos que ya nunca se iba a romper.
Por eso y por mucho más sé que siempre vamos a estar juntas, unidas  por nuestro lazo invisible de polvo de estrellas, porque solo nosotras dos sabemos  lo que sentimos al caminar por la playa a la par y sentir la arena y el sol caliente en nuestra piel, mientras nuestras almas se juntan y se abren sólo para nosotras dos.




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