domingo, 24 de agosto de 2014

Lluvia!!!!

Hoy el día amaneció con lluvia ¡Qué placer! Siempre me gustaron los días grises, quizá porque los identifiqué siempre con mi vida, mi vida de tonos apagados.
Desde chica me gustaba mirar por la ventana como las gotas caían en el piso y se hacían más grandes convirtiéndose en un charquito una junto a la otra, me imaginaba las hormigas bajo el pasto tratando de cubrirse de eso que caía desde el cielo y las destruiría, les rompería sus cuerpitos, tal vez sus hormigueros o sus cuevitas para protegerse. Yo sentía todo lo contrario  junto al vidrio, me sentía protegida, a salvo, ¿De qué? De la lluvia, no porque siempre la he amado, pero era esa mi sensación.
Mi cuerpo de niña con pensamientos melancólicos, una mirada con una tristeza oculta, yo sola sabía que ocultaba esa mirada, pero callaba y olvidaba hasta que llegó un momento que los recuerdos se borraron, pero quedó esa amargura en mi vida y la empecé a canalizar con ansiedades, era chica y mi cabeza ya empezaba a darme órdenes, la muerte ya se hacía presente en mi vida y yo tenía que obedecer, aunque yo sola sabía que en mi vida ya había pasado algo que era similar a la muerte, pero como les dije quedó guardado con candado en lo más profundo de mi alma.
Y los pensamientos comenzaron a acecharme y yo cumplía al pie de la letra por las dudas de que esas sensaciones se cumplan. Todavía recuerdo y me veo atravesando el pasillo de mi casa contando las maderas que estaban en la pared, era una maderita pegada al lado de la otra y yo ya las había contado tantas veces que sabía la numeración de memoria, pero cada salida era volver a contar una por una, una por una y si sin querer me equivocaba en el número final, tenía que volver a contar ¡Qué fastidio! Números y más números se me dibujaban en la cabeza, era contar pasos, platos vueltas de llaves, cerradas de puertas, cubiertos, comensales, todo había que contarlo varias veces. Y si los números que contaba me daban de  dos o más cifras, tenía que contar los dígitos de esos números y el número se convertía en un número de la buena o de la mala suerte, eran juegos que mi mente me obligaba a hacer y todavía sigue obligándome o mejor dicho sigo obligándome a contar, a sumar y ver qué número sale de todo eso.
Ahora, estoy ya grande y voy recordando cómo esa pequeña, que era yo misma iba llevando su vida con esos pensamientos tan tortuosos que le arruinaban la vida, pero ella era tan fuerte que si bien fue creciendo con todo eso luchaba día a día, como ahora lo sigo haciendo.
 Hay tiempos que estoy fuerte y trato de pelear contra todo pensamiento negativo, hay otros momentos que estoy tan débil que me dejo llevar esperando la muerte que se cruza por mi cabeza cuando desobedezco una orden.

 Nunca sé qué pasará si no cumplo, a veces si lo sé y reflexiono, me hablo,  me tranquilizo a mi misma y como acunándome me digo que nada va a suceder y así meciéndome, me duermo soñando en el día que esto termine de verdad y mi cuerpo, mi mente, mi todo no esté bajo tortura, presión de mi cabeza. Pienso mucho en ese momento y sé que ya llegará, como hoy vino la lluvia a golpear en mi ventana…

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